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EL MOLINO VIEJO

desde el molino viejo

Aunque Julia no había estado nunca en la Mancha, le gustaba presumir de haber nacido en un lugar de la Mancha de donde sí quería acordarse. Lo decidió siendo aún una niña. Un día le mostró su amiga -que sí había nacido en la Mancha- la foto de un molino viejo. Estaba roto, herido y solo, pero sereno, y se levantaba majestuoso sobre un cerro que presidía una llanura grande y extensa como un mar de tierras multicolores, y envidió su grandeza, y su espíritu anheló llegar a poseer la entereza de aquel molino. Cuando la maestra le preguntaba: “Dime Julia, ¿qué quieres ser de mayor?”, ella siempre contestaba: “Molino viejo”, lo que provocaba las risas burlonas y malintencionadas de sus compañeras de clase y una expresión entre incrédula y colérica de su maestra.

Pasó el tiempo y tuvo que elegir una profesión que se aunara con la pasión bajo la que su alma estaba sometida y la obligación de hacer algo práctico en la vida, y decidió ser piloto de vuelo. Deseaba sobrevolar las tierras manchegas y, de tanto oír a Dimas – que sí era manchego y que sí sobrevolaba la Mancha al menos tres veces por semestre – qué hermoso era dominar el campo abierto desde la altitud relativamente cercana de la avioneta, ir casi a ras del suelo, ya que no había ningún obstáculo que impidiera un vuelo corto, se olvidó de que lo más importante era aprobar los exámenes. El día que suspendió, Dimas moría en un accidente aéreo al estrellar su avioneta contra sus amadas tierras manchegas, y Julia cayó en un pozo oscuro del que no sólo no podía, sino que no quería salir.

No fue consciente del tiempo que pasó en aquel centro de salud, manicomio, psiquiátrico, casa de locos al fin; porque ella sabía que estaba loca, pero no le importaba.

Un día fue a verla Maruja, su amiga manchega de la infancia. Se le acercó despacio, no la vio, aunque tenía los ojos abiertos, porque hacía tiempo que había decidido no ver, pero sintió su perfume suave, casero, perfume de madre, porque Maruja, ya cuando era una niña, siempre había irradiado un perfume tibio de madre. Desde lejos, poco a poco, así como las ondas del mar comienzan a darse paso en la consciencia, empezó a oír su voz.

Maruja le enseñó una fotografía vieja que dejó reposar sobre su regazo. “¿Te acuerdas de esta foto, Julia? Te gustó tanto cuando eras pequeña que empezaste a decir a todo el mundo que querías ser molino viejo. En mi pueblo está este molino viejo, pero también hay otros molinos. Creo que te has olvidado que para llegar a ser molino viejo, antes debes de ser simplemente molino. Debes empezarte, construirte y vivir como molino, hasta que la vida y los golpes te vayan derribando y te hagan lo suficientemente serena como para poder contemplar tranquila la llanura a tu alrededor. Vas a venir conmigo a mi pueblo. Te voy a enseñar las balas aún clavadas en la pared del molino, de la gente que fue fusilada en la guerra civil y que nadie se dio la pena después en quitárselas. Vas a ver que para subir al punto más alto de él, hay que trepar por unas escaleras rotas y… ¡cómo le dolió al molino perder sus escaleras! Y qué me dices del día que perdió las aspas, y la muela. Hay mucho dolor gravado en aquel molino.

Julia tú crees que estás en un pozo negro y te refugias en él y no quieres salir de él porque piensas que no pudiste ser molino, pero te equivocas. Te voy a llevar a mi pueblo y te voy a enseñar el molino nuevo y verás que dentro de él todo es oscuro. Se necesita aquella oscuridad para estar fresquito y protegerse del calor del verano, pero no te quedes ahí, mira, ven conmigo a la parte superior y verás que está lleno de ventanas chiquitas que dan a los cuatro vientos y a los cuatro puntos cardinales. Julia tú no estás en un pozo, estás simplemente dentro del molino. Asómate conmigo a una de las ventanas. Mira cómo desde aquí tambien dominas la llanura de la Mancha.”

Julia miró a su amiga y sintió por primera vez el fresquito del jardín, el canto alegre de los pájaros unido al rumor del tráfico proveniente de la carretera cercana, el olor de la tierra recién regada y comprendió que a pesar de haber perdido la primera vela de sus aspas aún le quedaba mucho que moler. Bendijo el momento en el que la vida le había regalado aquella amiga y se decidió a ser molino con todas sus consecuencias.

Angela Fdez. de Quero

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«El pie trabajador», de Bukutgirl

Por Bibliotecario

El pie trabajador

Hay pies que cuentan la historia de una persona. Aquí yo veo una larga vida de duro trabajo y sufrimiento, de miseros sueldos y decepciones, veo un levantarse a las 5 de la mañana y un acostarse a la 12 de la noche; quizás, cuenten la historia de una vida sin alegrías o, quizás, escondan más alegrías que otros pies más cuidados. Quien sabe. ¿A ti que te dicen estos pies?

Galería de fotos de Bukutgirl en Flickr

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La vida es sueño

Por Bibliotecario

«LA VIDA ES SUEÑO», DE CALDERÓN DE LA BARCA

Jornada segunda. Escena XIX. Habla Segismundo

Es verdad; pues reprimamos

esta fiera condición,

esta furia, esta ambición

por si alguna vez soñamos.

Y sí haremos, pues estamos

en mundo tan singular,

que el vivir sólo es soñar;

y la experiencia me enseña

que el hombre que vive sueña

lo que es hasta despertar.

Sueña el rey que es rey, y vive

con este engaño mandando,

disponiendo y gobernando;

y este aplauso que recibe

prestado, en el viento escribe,

y en cenizas le convierte

la muerte (¡desdicha fuerte!);

¡que hay quien intente reinar,

viendo que ha de despertar

en el sueño de la muerte!

Sueña el rico en su riqueza

que más cuidados le ofrece;

sueña el pobre que padece

su miseria y su pobreza;

sueña el que a medrar empieza,

sueña el que afana y pretende,

sueña el que agravia y ofende;

y en el mundo, en conclusión,

todos sueñan lo que son,

aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí

destas prisiones cargado,

y soñe que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño;

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

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Aventura y vida

Por Bibliotecario

«Creía que era una aventura, y en realidad era la vida»

Joseph Conrad

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La vida

Por Bibliotecario

«Todos los días son viaje»

Matsuo Basho

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