Por Escribiente
Más páginas de «El extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde«
Más páginas de «El perseguidor«
Posted in Cómic, Literatura, tagged Cómic, Cortazar, Javier Olivares, José Muñoz, Literatura, Santiago García on martes, 29 diciembre, 2009|
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Posted in Biblioteca, Lectura, tagged Basilea, Cuentos, Läckerli, Navidad on martes, 15 diciembre, 2009|
“No olvidéis nunca lo que sois, ni para lo que fuisteis elegidos. Más que elegidos pensados, mas que pensados determinados. Vosotros sois el carácter del läckerli, vosotros sois su identidad”.
El pequeño läckerli se estaba cansando ya poco a poco de la charla. Cuando fue alineado para recibir las instrucciones del Gran Espíritu estaba nervioso e impaciente. Hoy sería el gran día, hoy sería investido del “carácter”, pero conforme iba desarrollándose la ceremonia se iba agotando y su excitación pasó del cansancio al aburrimiento. Desde siempre supo que tenía un papel en la vida, que había sido creado con una función concreta, pero su niñez fue dulce y bonita, sin sobresaltos en aquella especie de limbo que era la reserva de los espíritus läckerli y con el tiempo se olvidó de que un día entraría en funciones. Cuando fue llamado le pilló por sorpresa y se dijo a sí mismo: ¿ya?. Hubiera deseado quedarse siempre niño, amaba la monotonía de su vida donde nunca pasaba nada. Después comenzó el hormigueo que produce el cambio de vida, la excitación ante lo desconocido y más tarde el aprendizaje, las prácticas.
Hoy estaban allí y las palabras del Gran Espíritu resonaban en sus oídos y lo adormecían, además el olor del horno cercano lo aletargaba. Ese olor a recién cocido que tienen los hornos, el olor a especias, canela, azúcar, almendras, harina.
La voz del Gran Espíritu lo sacó de nuevo de su somnolencia: ¡Estad preparados!. En cuanto salga la nueva hornada debéis tomar posesión del cuerpo que os corresponda antes de que se enfríe y no olvidéis vuestra función en la vida de bizcochito läckerli. Debéis mantenerlo siempre atractivo y suculento. No olvidéis que representáis una repostería antiquísima, única en el mundo, heredada de nuestros antepasados en esta ciudad basilense. Seréis destinados a los rincones más insospechados y lejanos del mundo, es posible que algunos de vosotros acompañéis a los que hacen expediciones en el espacio pues sois el regalo más querido y representativo de los suizos a sus parientes y amigos en Navidad. Donde quiera que vayáis no os debéis seducir por vuestro entorno y debéis permanecer siempre lo que sois: “El genuino läckerli” y siempre, siempre, siempre debéis volver a casa. En los últimos tiempos hemos perdido muchos espíritus, sobre todo por Navidad. Esta es la época más peligrosa del año para nosotros ya que la Navidad es atractiva. Donde quiera que vayamos habrá hogar pues las personas, aunque normalmente no lo tengan, para ese día lo forman y se reúnen y cocinan y cantan, y todo junto se convierte en una trampa para el läckerli pues dan ganas de quedarse entre ellos y en menos de lo que uno se imagina acabamos en el aparato digestivo de los humanos. Regla número uno: Ser hasta el último momento el exquisito läckerli. Regla número dos: No perder nunca el control sobre la situación. Regla numero tres: Cuando la boca del humano se abra para disponerse a comernos y sintamos el roce de los dientes sobre nuestro cuerpo escapar de la galleta y volver a casa. Y sobre todo, no olvidar las características de la Navidad para reconocerla en cualquier rincón del mundo donde vayáis: La Navidad es roja, las gentes la decoran de rojo. La Navidad es verde, las gentes la llenan de árboles. La Navidad está llena de luz, las gentes cuelgan luces por todas partes. La Navidad huele bien, las gentes cocinan postres especiales. Y la Navidad está llena de música, las gentes cantan villancicos.
De repente, y antes de lo que el pequeño espíritu läckerli se imaginara, llegó su turno. El horno se abrió y en sus oídos sonó la orden. Como movido por un resorte su ser se disparó y entró en su cuerpo de bizcocho. Al principio quemaba, pero luego se fue enfriando y fue llevado y traído por grandes máquinas y movido por manos ágiles que lo colocaron junto a otros compañeros en cajitas. Unos fueron a parar a grandes bolsas de celofán transparente, otros a cajitas de cartón, otros a tambores de hojalata y la tranquilidad de su vida se convirtió en un vaivén sin parar. De la fábrica al coche, del coche a la tienda, de la tienda al bolso, del bolso a correos, de correos al avión y del avión…no sabía a dónde. En el paquete en el que lo pusieron había conseguido leer algo así como Canarias. Una mano nerviosa y rápida escribía y hacía diferentes paquetes y a él lo puso en aquél.
Cuando el avión abrió sus puertas, ya desde el interior del paquete supo que había llegado a la Navidad porque olía bien. Bueno bien era poco, ¡muy bien! De repente hubo muchas risas y grititos de ilusión y gentes abrieron nerviosas su envoltura y lanzaron una exclamación: “Unas galletas”. Ah, no -se dijo el läckerli- unas galletas no, “unos läckerlis” y yo me encargaré de que lo sepan. Se quiso concentrar en su función pero poco a poco se fue despistando. Su alrededor lo impresionó. El Gran Espíritu tenía razón, la Navidad era roja, aquella tierra era roja y estaba verde. Todo estaba lleno de luz pero no colgaba de ningún sitio simplemente estaba en todo y olía bien, ¡y tanto!, pero no a hornada, sino a flores de todas las clases. Una música pasó volando cerca de él y hacía algo así como chogüí-chogüí.
– Anda, mira que galletas mas extrañas nos envía la señora Müller.
– ¿Estás segura de que son galletas?. Son muy raras y se ven como un poco duras ¿no?.
– Inculto, que eres un inculto. Ella dice que son galletas de una tradición especial.
– No sé, yo por si acaso no las pruebo.
– Pues yo sí. Esto es una exquisitez suiza.
El läckerli tuvo que usar todos los métodos adquiridos en su adiestramiento para concentrarse. Aquella joven abría la boca y no se debía dejar seducir por la Navidad, tenía que armarse de valor y saltar y volver a casa.
– ¡Ay!
Se extrañó de aquel “ay”. Él no lo había dicho y aún estaba dentro del bizcocho. Debería haber sido él el que hubiera gritado.
– Ja, ja. Así que inculto yo ¿eh? Burra tú, mira que tratar de comer esas tablas.
– Tú, casi me rompo los dientes. ¿Pues qué será esto? Aquí dice que está hecho de harina, azúcar, especias y no sé qué más.
-Sí, pero también dice que es una tradición antigua y acuérdate de la abuela cuando éramos niños, nos hacía las fichas de las tres en raya de masilla de sal. Pues esto debe de ser algo por el estilo.
– Tienes razón porque, mira, en la caja hay el dibujo de una ciudad. Debe de ser algo así como el juego de la oca. Qué pena que no sepamos alemán, porque seguro que esto son las reglas del juego.
– Sí, además se le ha olvidado el tablero, o lo habrá perdido.
– O era muy grande para enviarlo. Bueno, fotocopiamos y ampliamos el dibujo. Oye, con un poco de imaginación nos inventamos nosotros mismos las reglas.
El espíritu läckerli no supo nunca lo que había pasado. Nada era como el Gran Espíritu dijo. Aquellas gentes se lo pasaban en grande con los bizcochitos, no se los comían, los movían, se los cambiaban, se reían y luego los guardaban. Y allí la familia estaba siempre. Pasaban los días y la Navidad no terminaba. Él había dicho que sólo duraba dos días, a lo sumo una semana, y que después lo verde, lo rojo, la música, las luces y el buen olor se acababan. Sin embargo los días pasaban y siempre era Navidad. ¿Sería que el Gran Espíritu no lo sabía todo, o era un truco para hacerlos volver?. Nunca lo supo, con los años el pequeño espíritu comenzó a envejecer, pero cuando perdía su consistencia aquellas gentes se asustaban y lo dejaban secarse al sol. Una vez duro volvían a jugar con él.
Con el paso del tiempo, el espíritu läckerli llegó a una conclusión: “O bien el Gran Espíritu mentía, o bien nunca estuvo en las Islas Canarias”
Angela Fdez. de Quero Díaz
Posted in Bibliocriptana, Biblioteca, Historia, Lectura, Literatura, tagged Alejo Carpentier, Las Antillas, Revolución Francesa on miércoles, 9 diciembre, 2009|
Cuando hace años leí El siglo de las luces quedé fascinada por esta maravillosa novela, por la riqueza de su lenguaje, la cantidad de adjetivos y nombres nuevos para mí en aquel entonces y sobre todo por el relato casi fotográfico de lugares y situaciones.
Por supuesto que todo el transfondo histórico me intersó, pero al no ser una historiadora ni estar demasido versada en el tema, pensé, intuyendo que este fondo sería una fuente de información muy enriquecedora, que un día volvería a leer este libro con algo más de tiempo y con una enciclopedia en la mano.
Hoy lo he hecho. Aprovechando esta infinita enciclopedia y fuente de datos que es internet, he vuelto a leer El siglo de las luces, y, si la primera vez fue para mi una maravillosa aventura, esta vez ha sido una sorprendente información. Empezando porque la inquietante obra pictórica de la que los personajes una y otra vez hablan, Explosión de una catedral, es el cuadro que representa el rey Asa destruyendo los ídolos, de François de Nomé, alias Desiderio Monsú, y por lo tanto existe; hasta que el personaje Victor Hugues no es un remedo literario de Victor Hugo, sino que realmente fue un personaje histórico muy relevante en la revolución francesa en las Antillas. El incorruptible sí que era Robespierre y otras muchas citas que, como ya he dicho, para una laica de la historia el poder descifrarlas ha supuesto una sorprendente y apasionante vuelta a descubrir de una etapa histórica si no olvidada, si caída en el hastío de la rutina y el deshuso.
Si quieres saber qué papel desempeñó la masonería en el impulso de la revolución, el porqué de su desacreditación una vez comenzada ésta, si quieres saber la repercusión de la revolución francesa en las Antillas y por qué precisamente hubo de repercutir ésta en las islas, te recomiendo leer o volver a leer El siglo de las luces, ahora sí, si no eres docto en historia, líate con internet y verás cómo alucinas ante esta maravillosa y poética recogida de informaciones.
Posted in Internet on miércoles, 2 diciembre, 2009| 1 Comment »
Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que:
Este manifiesto, elaborado de forma conjunta por varios autores, es de todos y de ninguno. Se ha publicado en multitud de sitios web. Si estás de acuerdo y quieres sumarte a él, difúndelo por Internet.
También está disponible en inglés, catalán, gallego y asturiano.
Posted in Educación on martes, 1 diciembre, 2009| 4 Comments »
Sir Ken Robinson plantea de manera entretenida y conmovedora la necesidad de crear un sistema educativo que nutra (en vez de socavar) la creatividad.
Fuente: www.ted.com
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